Las casas pasivas o de consumo casi nulo, tengan o no el certificado Passivhaus, son el ejemplo más claro de edificación sostenible y respetuosa con el medio ambiente que existe a día de hoy. En este blog ya hemos hablado alguna vez de esta tendencia cada vez más popular, especialmente en países centroeuropeos. En el artículo de hoy desglosamos uno de sus puntos clave: la arquitectura bioclimática.

Arquitectura bioclimática: cuando los edificios se adaptan al clima

La arquitectura bioclimática es aquella que tiene en cuenta las condiciones del clima en el diseño de edificios, de forma que estos puedan aprovechar los recursos de la naturaleza para funcionar y generar un ambiente de confort dentro de la casa. Así, se disminuyen tanto el impacto medioambiental como el consumo de energía del edificio.

De ahí el nombre de “casas pasivas”: pasivamente, el edificio, gracias a su diseño, es capaz de mantener las estancias de la casa calientes en invierno, a la vez que reduce el impacto del calor del sol en verano. Aunque parezca un concepto moderno, no lo es: las casas encaladas en Andalucía o los tejados inclinados hacia el sur en el norte de Europa son ejemplos simples de arquitectura bioclimática; vestigios de que desde siempre hemos sabido adaptarnos a la presencia o ausencia del sol en la construcción de nuestros edificios.

Los principales recursos naturales que tiene en cuenta la arquitectura bioclimática son el sol, la vegetación, la lluvia y el viento.

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Ventanas de una vivienda orientadas hacia la trayectoria del sol.

Orientación y ventilación para aprovechar al máximo el sol

Dentro de las mencionadas, el sol es la fuente energía principal en el diseño bioclimático. Por ello, es fundamental tener en cuenta la incidencia de su trayectoria sobre la casa a lo largo de todo el año: la radiación solar no es igual en invierno que en verano.

En inverno, el sol se mantiene bajo incluso en su punto más alto, por lo que la fachada sur recibe prácticamente toda la radiación. En verano, sin embargo, el sol alcanza a mediodía un punto más vertical sobre la casa, afectando mayoritariamente a la cubierta, así como a las fachadas laterales por la mañana y por la tarde.

La arquitectura bioclimática es la encargada de acumular y redistribuir la energía natural del sol en forma de calor. Para ello, se vale del efecto invernadero: el fenómeno mediante el cual la radiación solar penetra a través del vidrio, calentando los materiales al otro lado del mismo y siendo incapaz de volver a escapar. Así, el interior de la vivienda mantiene el calor y lo distribuye a través de la casa jugando con la ventilación y el peso del aire en función de su temperatura (al aire caliente sube, mientras que el frío baja). Es por esto que, para la arquitectura bioclimática, orientar las ventanas y terrazas cerradas de la casa hacia el sol es algo fundamental, además quizá de adosar un espacio invernadero en la fachada sur, etc.

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Esquema la incidencia del sol en una vivienda.

Cuando conviene no retener el calor, por ejemplo en verano, el diseño bioclimático del edificio recurre a sombreamientos y otras técnicas para evitar la radiación solar.

La arquitectura bioclimática tiene más fuentes de energía naturales aparte del sol, como ya se ha mencionado, si bien es cierto que el sol es el factor principal. Además, en el diseño de este tipo de edificios, la ventilación, el aislamiento de la envolvente, etc. son igual de importantes que la orientación de las ventanas, o superficie de captación, en definitiva. Volveremos a aproximarnos a estos temas en los próximos artículos de este blog.